Por: Olga H. Gil
tangolga@hotmail.com
Resulta indudable que la gran afluencia de inmigrantes que se produjo en la Argentina, hacia fines del siglo XIX y con posterioridad, como consecuencia de la Guerra Mundial de 1914, influyó de modo determinante en diversos aspectos de la sociedad argentina, provocando cambios insoslayables. Nos referimos a la tecnología, a las profesiones, a los oficios, a la cultura. Aludiremos, dentro de esta última faceta, a la gran influencia italiana y, particularmente, al impacto social, al costumbrismo y al idioma, que de ella derivó. La inmigración italiana, con sus bártulos llenos sólo de sueños y esperanzas, modificó el paisaje humano en ambas orillas del Plata.
En el sainete, esa obra teatral tan en boga a principios del siglo XX en los teatros de la Buenos Aires en expansión, no faltaba el “tano”, gritón, barullero, con su media lengua (evidentemente le costaba adecuarse a la lengua española, especialmente en la pronunciación de la “j” que mantenía como “q”), que dio lugar a una especie de sub lengua que devino en el “cocoliche”, convertido, además, en un personaje de habla, mitad italiana, mitad española, aunque no, del idioma italiano puro, académico, sino de dialectos regionales, napolitano, genovés, siciliano, etc. Resultaba difícil comprender ese lenguaje, pero el argentino nativo, que ya se vislumbraba como “canchero” y “piola”, lo introdujo en los sainetes para dar la nota de color y humor, objetivos ampliamente logrados. No olvidemos que en cada sainete, junto a otros tangos, se estrenaba uno, que sería el tema principal de la obra, el cual, al ser repetido y cantado por el o la estribillista de turno, lo convertía en un éxito, pues el público salía del teatro, con un tarareo o silbido de esa nueva melodía, en sus labios.
En el cúmulo de inmigrantes italianos, llegó, afortunadamente, una gran cantidad de músicos, algunos de formación académica, de conservatorio. Otros, los intuitivos u “orejeros”, que sin saber interpretar la música pautada en el pentagrama, tenían una gran habilidad natural para expresarse en sus respectivos instrumentos.
Los nativos de la península itálica
Amleto Vergiatti, más conocido como Julián Centeya, fue autor de libros y de letras de tango en los que volcó un sentimiento muy profundo y “porteño”. Luis C. Amadori, de Pescara, autor de tangos y cineasta. Mario Battistella, poeta, nacido en Verona, dejaron su aporte al tango.
También los cantantes, demostraron su adaptación y su amor por nuestra música ciudadana, Ignacio Corsini, Siciliano, Alberto Marino (A. Marinaro) nacido en Verona, Alberto Morán (Remo Recagno) proveniente de Streve.
Fueron hijos de italianos, Armando y Enrique Santos Discépolo (su padre, Santo, fue director de bandas y compositor); Vicente Greco, Ernesto Ponzio, el bahiense Augusto P. Berto, Pascual Contursi, Roberto Firpo, Juan Maglio “Pacho”, Francisco Canaro, Francisco Lomuto, los hermanos De Caro, Carlos Di Sarli, Juan D´Arienzo, Astor Piazzolla, Pedro Maffia, Jorge Casal (S.Pappalardo), Ricardo Tanturi, por mencionar sólo algunos...
¿Quedan, acaso, dudas sobre el origen de estos hombres dedicados con pasión al tango?
Enrique M.Francini, Osvaldo Pugliese, Homero Manzi (Manzione Prestera), Federico Scorticatti, Rodolfo Biaggi, Osvaldo Ruggiero, Alfredo de Ángelis, Ángel D´Agostino,... pero la nómina no se agota.
Nuestro medio, Punta Alta, fue también, receptora de esa onda inmigratoria. Aquí recibimos a Vicente Avagnale, “el gordo”, bandoneonista considerado un pionero, pues a mediados de la década del 20, formó un sexteto con músicos de nivel.
Egidio Mazzini, es recordado por quienes tuvieron la ocasión y fortuna de oír sus interpretaciones en el Cine Bar La Marina, acompañando desde su piano, con gran soltura y picardía, a las películas mudas. Su hijo Antonio, llegado de la Península siendo un bebé, formó una de las agrupaciones más cotizadas de esta zona, la Orquesta Antonio Mazzini.
José Antinori “el tano Antinori”, bandoneonista, director y profesor, quien también ocupó una banca en el Concejo Deliberante por el Partido Conservador, por los años 50.
Los poetas
El tema del desarraigo fue quizás el “leitmotiv” de los versos acuñados en tangos. En “La cantina”, Cátulo Castillo expresa:
La cantina llora siempre que te evoca,
cuando toca piano, piano, su acordeón el italiano...
e insiste el poeta en “Tinta Roja,” :
... Y aquel fondín donde lloraba el tano
su rubio amor lejano que mojaba con bon vin”.
“La Violeta”, en la inspiración de Nicolás Olivari, acota:
Con el codo en la mesa mugrienta
y la vista clavada en un sueño,
piensa el tano Domingo Polenta
en el drama de la inmigración...
... Canzoneta del pago lejano...
... La aprendió cuando vino con otros,
encerrado en la panza de un buque...
Enrique Lary, no muy alejado de la temática enunciada, describe en “Canzoneta”:
“¡La Boca!”... callejón, “vuelta de Rocha”,
bodegón!... Genaro y su acordeón.
Canzoneta gris de ausencia,
Cruel malón de penas viejas,
Escondidas en las sombras del figón...
En “Cafetín”, Homero Expósito resalta el dolor de quien hubo de emigrar:
... Por los viejos cafetines, siempre rondan los recuerdos
y un compás de tango de antes va a poner color
al dolor del emigrante...
Por los viejos cafetines siempre rondan los recuerdos
de un país y de un amor.
Las expuestas, son sólo algunas de las innumerables alusiones tangueras al inmigrante italiano.
El Lunfardo
El término “lunfardo”, proviene del italiano, “lombardo”, (ladrón, por extensión, el habla de la gente del arrabal). Gran parte del vocabulario lunfardo empleado en los tangos, se originó en el idioma italiano y sus distintos dialectos; tenemos, así:
Del genovés: acamalar (guardar), bacán (hombre que explota a una mujer), bagayo (bulto), berretín (capricho), cazote (golpe), crepar (morir), embrocar (dar en el blanco), pelandrún (haragán), etc.
Del napolitano: escashato (deteriorado), arranyar (arreglarse), etc.
Del piamontés: linyera (vago, sin ocupación), farabute (irresponsable, vividor), etc.
Del siciliano: laburante (trabajador), fiaca (pereza), urso (persona corpulenta), etc.
Todos los aspectos enunciados conforman, en una recorrida por nuestro tango, que es la expresión popular y demostrativa de nuestra idiosincrasia, una visualización del predominio del italiano en este aspecto de la cultura.
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