Por: Héctor Correa
Es tal la notabilidad o la incidencia del acontecimiento industrial (cinematográfico) más importante de la cultura de nuestro universo en el hombre contemporáneo y es tan complejo explicarlo, que tratar de entender o hacerlo comprensible sería como intentar clarificar las razones de los viajes de Colón al Nuevo Mundo o la construcción de la muralla China para el conocimiento de aquellos tiempos.
De todas maneras, bien vale la pena reconocer que la entrega de los Oscar (nombre de la estatuilla que se entrega con cada uno de los premios atribuidos anualmente por la Academy of Motion Picture Arts and Sciences de los Estados Unidos) o, mejor dicho, el film y el realizador premiados, son la expresión máxima de ese hecho que llamamos en la primera línea “industrial”, por lo menos desde el punto de vista del cine de Hollywood. Por supuesto, hay, hubo otros premios de tanta o parecida relevancia, pero hoy nos limitaremos a hablar un poco del film premiado de Paul Haggis, director y coguionista.
“Crash” (Colisión) en su versión original o “Vidas Cruzadas” -para el mundo hispano hablante- se constituyó en el impacto cinematográfico-cultural más importante de este año, por lo menos hasta la próxima entrega.
No vamos a mencionar si fue una sorpresa o si gozó de legitimidad o no el hecho de haber recibido la estatuilla.Vamos a referirnos al hecho estético y cultural -sino político-social- del film. Este aspecto lo caracteriza, haciéndolo sobresalir de las otras producciones que seguramente caerán muy pronto en el olvido (como lo han hecho tantas otras, en ese mundo efímero y colosal, paradójicamente, tan bien mostrado en aquel excelente film de Robert Altman: “The players”, las reglas del juego).
“Crash” toca la sociedad, no sólo de la ciudad de Los Ángeles, sino la sociedad toda del país más poderoso de la tierra. “Crash” la golpea, física y emocionalmente, la descubre, la muestra en su versión más siniestra y tosca, y la transparenta hasta el hueso en una forma cruel y descarada. No nos interesan las “Vidas cruzadas”, título light, aguado y despojado, a que se hace referencia en la tapa del video. Título que, por otra parte, copia aquel otro “Short Cuts” (de Raymond Carver), relatos que dieron origen a otro muy bien realizado film de Robert Altman que denominó de la misma manera.
En última instancia “Vidas Cruzadas” no es ni más ni menos que una técnica narrativa, llamada también coral, desarrollada para contar historias entrecruzadas con personajes que en algún momento se conectan o coinciden hacia el final. De todas formas, no creo que ese haya sido el objeto de esta película.
“Crash” es una obra interesante porque además de un manejo estructural impecable, nos hace sentir lo hondo y vital de la miseria humana a través de imágenes, de luz y sonido, de caracterizaciones contradictorias y de historias de personajes, hombres y mujeres, inmersos en la más grande y portentosa civilización de nuestros días.
Sobre la calidad formal, el impecable guión en el que se sustenta, la naturaleza de los personajes que juegan en las diversas historias y la sutil maestría artesanal de la realización, hablaremos más adelante. En esta primera parte bucearemos un poco más en los motivos que llevaron a Paul Haggis a componer ésta, su primera obra como director. Su antecedente inmediato, quizá desde el punto de vista conceptual, puede ser que esté en Eastwood (PONER NOMBRE COMPLETO).
El guión de “Río Místico” fue -casi en su totalidad- elaborado por Haggis (Oscar al mejor guión que consiguió hace un año) y qué resultó una de las mejores realizaciones de Eastwood, quizá muy propicia para el análisis de los fundamentos socio-religiosos de su cine. La tradición judeo-cristiana, la moral de neto perfil protestante y místico, nutren esta concepción de un cine no dirigido precisamente al norteamericano medio (muchas veces muy impregnado de ignorancia sustancial), sino al hombre practicante y protagonista del destino manifiesto.
Sobre los aportes formales, narrativos y cinematográficos, ya citamos a Robert Altman, maestro de maestros a la hora de contar historias donde la complejidad de su trama requiere calidad expositiva y coherencia temática. Hablar de Altman como de Eastwood ya es mucho para esta nota... pero vale la pena, en función de un film como “Crash” que ganó el Oscar criticando o poniendo al descubierto las miserias de la propia sociedad de la cual surge y le da sustento. Además, toma elementos del Star System y los denigra, poniéndolos al ras del suelo -como el triste y aborrecible papel que le hace jugar a Sandra Bullock, una clara exponente de ese mismo sistema decadente-.
En una conferencia de prensa, luego de la presentación de su película, Haggis dijo que si lograba conmover al espectador, tocarlo y hacerle ver cosas que usualmente dejaba pasar desapercibidas, con eso se contentaba. Creo que quizá lo haya logrado... no estoy seguro, es difícil.
El espectador occidental está muy impregnado de TV basura y cine sumamente comercial. Pero por algo esta película ganó un Oscar. Desentrañar este fenómeno ya es una tarea ardua y complicada. En eso estamos.
Exceptuando el cine ruso de su primer período y algún país europeo, el cine industrial-artesanal signó la historia de Hollywood, se esparció por el mundo e influyó en algunos países (en unos más y en otros menos, pero influyó). El resto fue determinado, desde el punto de vista formal y hasta en sus contenidos, por la llamada meca del cine. Hasta tal punto fue determinante su influencia, que incluso hasta hoy nuestro cine se hace como se hace en Hollywood. Se lo copia en todo sentido y es comprensible, ya que no es fácil sustraerse a semejante avalancha y condicionamiento político-cultural.
En este último Festival de Cine de Mar del Plata, el director polaco Krysztof Zanussi dijo algo muy interesante: “Hollywood nunca me tentó. No se corresponde con mi temperamento, con mi identidad artística. Prefiero seguir haciendo cine de autor”. Y en la entrega de los Oscar, John Houston –galardonado por su trayectoria- terminó diciendo: “en Hollywood se hacen zapatos, yo sigo haciendo guantes”. Dos extraordinarios directores y una concepción del cine que nunca debemos perder de vista.
El cine no nace como un hecho estético en sí, pero que se constituye como un acto de creación, de expresión artística y de honda integridad humana. No nos cabe la menor duda. La historia de este fenómeno lo ha demostrado. Y no podemos dejar de reconocer que si bien ha producido obras de una profunda elaboración estética, también es cierto que hubo otras de una extraordinaria concepción industrial; ambas transitaron el siglo XX y dejaron huellas imperecederas del desarrollo del hombre.
¿Es “Crash” cine de autor? Casi se podría decir que no existió ni existe el film de autor –entendido éste como la singularidad estético-conceptual del realizador volcada a la obra- y los historiadores del hecho cinematográfico no lo van a desmentir. Factores comerciales y el mismo desarrollo de la historia socio-económica de ese país determinaron la naturaleza del cine que produjeron desde su origen.
Así y todo, esta obra ganadora del Oscar lleva en sí una clara expresión individual, una clara concepción, que si no se aparta de los cánones formales hollywoodenses, al menos trata de golpear nuestra rutinaria puerta de espectadores conformistas para decirnos que, de una u otra manera, algo todavía podemos decir.
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